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I. Menéndez: «A comer enseñan los padres, y junto con la comida le dan una alimentación emocional»

Actualizado: 6 may 2020

La psicoanalista comenta el vínculo que existe entre los sentimientos y la comida


Isabel Menéndez. Fuente: isabelmenendez.es

Psicóloga, psicoanalista y autora del libro Alimentación Emocional - entre otros-, Isabel Menéndez es una mujer todoterreno capaz de dar una explicación a cualquiera de los grandes temas relacionados con el psicoanálisis. Tal es así, que en 1987 se le concedió el premio periodístico del Colegio de Psicólogos.


Menéndez, ha sido redactora de la sección de psicología y ha colaborado durante muchos años en el consultorio del semanal Mujer Hoy.


En su libro, Alimentación Emocional, explica, entre otras muchas cuestiones, la íntima relación que une a la mente con la alimentación. Y es que, según comenta la prestigiosa psicóloga, la alimentación puede tener la capacidad de acallar conflictos psicológicos internos que no se pueden expresar.


¿Por qué adelgazamos cuando nos enamoramos?, ¿por qué algunas personas engordan cuando el amor les abandona? o ¿por qué somos incapaces de abrir la boca cuando un problema nos acucia?, son algunas de las preguntas que aborda este libro.


En esta entrevista, Isabel Menéndez resuelve varios interrogantes sobre el comer emocional bajo el prisma psicoanalista.


Como menciona en su libro, Alimentación Emocional, tendemos a conectar la comida con los buenos recuerdos, con los malos, con lugares, con personas…

¿Por qué hacemos esto? ¿Cuál es la razón de que haya una conexión entre la alimentación y las emociones?


Hacemos esto porque desde que nacemos ya estamos predeterminados por lo que nuestros padres han sentido por nosotros.


La primera alimentación que tenemos para vivir, biológicamente, tiene que ver con la madre, con el amamantamiento. La madre da de comer al niño además de con su cuerpo, con su deseo, con sus ganas de cuidarle, con el abrazo, con las palabras que le dirige. Es más, desde el principio de la vida, el afecto y la alimentación biológica están relacionados. Si la madre no diera de comer con amor al niño, yo te diría que sería difícil que el niño sobreviviera.


Somos más allá que un cuerpo biológico. Siempre lo que comemos está asociado con que alguien quiso que viviéramos. Entonces, desde el principio de la vida está relacionado al afecto que nos dirigen. En ocasiones, se generan discusiones por la comida entre padres e hijos. Por tanto, siempre la comida rodea las relaciones: De cómo nos dieron de comer, de cómo dejaron que comiéramos lo que queríamos y no lo que nos daban a veces, de por qué dejamos de comer, de cómo nos regañaban por ello…Además, la comida también está asociada a cómo vivimos nuestro cuerpo y nuestra identidad. Por tanto, todo lo que nos ocurre con la comida tiene que ver con un síntoma psicológico.


«Somos más allá que un cuerpo biológico. Siempre lo que comemos está asociado con que alguien quiso que viviéramos».

¿Existe un síntoma en concreto que sea más reproducido?


Depende de cada historia. Cuando nos enamoramos, por ejemplo, a veces dejamos de comer, o no hace falta comer mucho, porque estás tan alimentado o alimentada emocionalmente que no te hace falta comer.


Esto es diferente en función de la persona. Hay personas que, por ejemplo, cuando se sienten tristes van a la nevera corriendo a comer, porque el comer está asociado a un placer: el placer con el que nos dieron la comida al nacer. Entonces, la comida calmaría un vacío emocional. Por tanto, si estas triste, según tu historia comes o, por lo contrario, dejas de comer.


Esta segunda posibilidad tiene que ver con la mala relación con los padres, que posiblemente te obligaban a comer porque comías mal, o directamente porque tenías una mala relación con la comida. En este segundo caso, en lugar de comer, estamos en una situación similar a la anorexia. Te niegas a comer, se te quita el hambre. Hay, de hecho, quien se olvida de comer cuando está triste, enfadado o estresado, y hay quien está deseando comer algo para así relajarse.


En las situaciones en las que no tenemos hambre, pero comemos por comer. ¿Por qué optamos por lo general por alimentos menos saludables como un donut o un croissant antes que por una pieza de fruta?


Está asociado con la educación alimenticia que te han dado. Pero por lo general, el dulce hincha más que una pieza de fruta, entonces si tú lo que quieres es llenar un vacío emocional y no te llevas bien con lo que te está pasando a nivel psicológico, llenarte corporalmente también te alivia el vacío que sientes. Esto no pasa por una necesidad biológica corporal, tu cuerpo no necesita eso, pero sí tu mente, tu psiquismo, el cómo somos más allá del cuerpo.


Si solo fuéramos cuerpo, seríamos animales. Los seres humanos nos distinguimos de los animales por lo que yo llamo “la despensa imaginaria”, ya que somos seres con fantasías, deseos, anhelos…


Todo esto tiene que ver con estar a gusto con uno mismo, con el cuerpo que tenemos. Además, las mujeres, por la sexualidad que tienen, dependen mucho más de esto que los hombres. Culturalmente hay una presión sobre el físico de la mujer más fuerte que sobre el del hombre, lo que hace que se fije más en su cuerpo y si está a gusto con él, suele tener menos problemas con la comida. De lo contrario, si no se siente bien consigo misma, atacará su cuerpo.


Por tanto, en este tipo de situaciones, ¿consideramos “la dieta” como un castigo impuesto por uno mismo?


Sí, las dietas que se pone y que no sirven, que se saltan y que de repente se vuelve… claro que puede entenderse como un castigo.

Como ha dicho, cada persona es un caso, pero ¿hay un perfil más proclive al hambre emocional?


Cada persona es un mundo, habría que investigar cada caso. Lo único que se podría decir como general sin faltar a la verdad es que con la comida intentamos paliar o tapar un vacío o un conflicto interno que en ese momento no podemos tapar de otra manera. O sea, que la comida sustituiría. Sería como una medicación mala, te calmaría en ese momento y calmaría un poco el conflicto que se tiene, pero ese conflicto es propio del inconsciente, que se expresa a través de síntomas y algunos de estos síntomas tienen que ver la mala relación con la comida. Pero cada persona tiene una subjetividad única e irrepetible y tiene que ver con su historia.


«La comida en este caso, sería como una medicación mala, te calmaría en ese momento y calmaría un poco el conflicto que se tiene, pero ese conflicto es propio del inconsciente».

En el libro también menciona que nuestro lenguaje está lleno de referencias a la relación entre la alimentación y los sentimientos. ¿Cómo ligamos estos conceptos al hambre emocional? ¿Afectan esas referencias en nuestra forma de comer?


Sobre todo, se dan en la infancia, y quedan ahí. Por ejemplo, una madre puede decir “mi hija no me come”. ¿Cómo que “no me come”? Esto significa literalmente que la come a ella, como si su hija no fuera una persona diferente.


Entonces, la niña puede organizar una lucha para ser independiente de la madre y en ese ser independiente, lucha con la madre para decir que es diferente, reivindicando su independencia a través de la alimentación.


Otra referencia por ejemplo es “hasta que no te comas esto no te levantas de la mesa”. Obligar a los niños a comer es la peor manera de enseñarles porque la comida, además, es algo que compartimos en principio con la familia. A comer enseñan la madre y el padre, aunque de diferentes maneras, pero los dos influyen en cómo los hijos sienten la alimentación, y junto con esa comida le dan otra alimentación emocional que pasa por frases, por palabras…


«A comer enseñan la madre y el padre. Los dos influyen en cómo los hijos sienten la alimentación, y junto con esa comida le dan otra alimentación emocional».

Hay una frase que me llamó mucho la atención en su libro: “Es inútil perder el tiempo controlando la dieta, cuando el peso del conflicto se desarrolla en el mundo de los afectos”.


"Alimentación Emocional". Fuente: isabelmenendez.es

Así es. Hay dietas saludables que sí se controlan y no te hacen sufrir. Pero hay personas que están toda su vida a dieta, y esto les hace fijarse más en la comida, en lo que van a comer, en la cantidad de proteínas… que en lo que les pasa o en lo que sienten. Estas personas deberían preguntarse a sí mismas cómo se sienten y por qué no pueden encontrar un peso adecuado, por qué comen así…


No digo que no haya que preocuparse en lo que se come, pero no fundamentalmente, y estas personas ponen sus energías en la cantidad de comida para así despistarse de las grandes preguntas que tendrían que hacerse a sí mismos. Cómo se sienten, qué desean, qué distancia hay entre lo que quieren en la vida y lo que tienen, cómo viven eso.


Por ejemplo, es muy importante preguntarse si lo que obtenemos y tenemos en la vida lo valoramos más de lo que no tenemos. Hay muchas personas que no soportan no tenerlo todo, que valoran más lo que no tienen, lo que no consiguen. De esta forma, se frustran y no se valoran como son, sino como ellos imaginan que tendrían que ser.

Entonces, en esta lucha con la dieta, en lugar de pensar en cómo se sienten, qué tienen y qué no tienen, están totalmente pendientes de la comida y las cantidades. Como he dicho, es importante comer saludable, pero en ocasiones, se vuelve una obsesión.


¿Cómo conseguimos salir de ese círculo? ¿Cómo corregimos esa hambre inconsciente?


Conseguimos salir de ella preguntándonos qué pasa. Y si no podemos preguntarnos por estos conflictos, esto tiene que ver con resolver conflictos psicológicos y con una terapia psicológica puesto que la cuestión es grave, como puede ser en casos de anorexia o bulimia.


La comida a veces es un sustituto de algo que no se puede resolver con la comida. La comida puede intentar llenar un vacío que no lo va a llenar la comida, sino el cómo tú te sientes. Cuando intentas resolverlo con la comida, a veces luego te viene el sentimiento de culpa, entonces vuelves a la dieta.


«La comida puede intenta llenar un vacío que no lo va a llenar la comida, sino el cómo tú te sientes».

Todos esos sentimientos: comer de repente para calmar una angustia, volver a la dieta porque te sientes mal… es calmar una culpa, y esas culpas y esos sentimientos no tienen nada que ver con la comida. A veces no es fácil preguntarse a uno mismo, porque, de hecho, hay cosas que son inconscientes y, por tanto, son complicadas de acceder uno solo porque directamente no se puede.


El hambre emocional no siempre va relacionada con sentimientos negativos, porque no es el inconsciente quien valora si es negativo o positivo, sino la conciencia, donde tenemos la ética moral, en la que a veces nos parece mal sentir determinadas cosas que sentimos. En el inconsciente no hay juicio.


Por ejemplo, se puede tener rivalidad con tu madre o con tu padre, o sentir que te han alimentado mal emocionalmente, y eso se pasa a la alimentación. En una terapia se aceptan esas carencias para con tus padres y por tanto, aceptas mejor las tuyas y la relación con la comida cambia, pero antes de saber todo eso y de poder analizarlo, los sentimientos ambivalentes hacia la madre o el padre producen culpa, angustias, porqués…lo que decía antes de la despensa imaginaria.


Son afectos muy intensos que se refieren a la primera infancia, cuando aprendimos a comer y donde aún no teníamos el psiquismo conformado de lo que estaba bien o mal. Entonces, el inconsciente reprime muchas cosas que nos cuesta acceder a ellas porque en su momento no teníamos ese psiquismo. Después de tenerlo, cuando valoramos, nos juzgamos porque hay cosas que sentimos y no nos parecen bien, y ahí es cuando las reprimimos o negamos, una acción que después se refleja en la alimentación.


«El inconsciente reprime muchas cosas porque en su momento no teníamos ese psiquismo. Después de tenerlo, nos juzgamos porque ciertas cosas que sentimos y las reprimimos, algo que se refleja en la alimentación».


 



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