¿Cómo detectar si estoy sufriendo de hambre emocional?
- comocomoblog
- 11 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2020
Seis factores que pueden ayudarte a diferenciar entre el hambre física y el hambre emocional
El hambre emocional es la razón por la que, en ocasiones, a pesar de saber que no debes comerte esas galletas que están en la despensa, te las comes. Es más, no solo te comes las galletas, sino que te comes media despensa aun habiendo comido hace escasas horas. Una forma de paliar los sentimientos o las emociones que se activan en nuestro cuerpo "sin ton ni son".

Es una tentación en la que todos podemos caer sin darnos cuenta, dado que se realiza de forma automática y prácticamente inconsciente. Si esto es así, ¿cómo se puede saber cuándo se está sufriendo de hambre emocional? El psicólogo Carlos Suso tiene la respuesta.
«Si sientes que no puedes retrasarlo, que lo necesitas para continuar funcionando, es hambre emocional», explica. Esa sensación de urgencia es una buena pista para saber que lo que tienes es hambre emocional, pero no es la única forma de detectarlo, pues a ello se le suman otros factores, como la sensación de falta de control o de no poder hacer nada por pararlo.
Y es que, a diferencia del hambre fisiológica o “real”, que aparece de forma paulatina y que, aunque de forma poco agradable, se puede controlar, el hambre emocional no atiende a horarios ni demoras, es repentino.
Además, los alimentos que se consumen son “exigidos” por el cuerpo. No vale cualquier alimento, sino unos determinados, como son aquellos con mayor carga calórica: el chocolate, la bollería industrial, las bolsas de patatas fritas o el helado, por ejemplo.
Otro de los factores diferenciadores entre el hambre físico y la emocional es la necesidad de atracón que requiere el segundo. A diferencia de la fisiológica, que sacia al cuerpo con una cantidad determinada, la emocional no encuentra esa saciedad, aunque el estómago ya esté lleno.
A nivel sintomático, también hay una clave para poder diferenciar entre ambas. Así como el hambre física o fisiológica muestra síntomas de que necesita ingerir un nutriente o una sustancia a través de rugidos de estómago o mareos, la emocional no presenta ninguna sintomatología que pueda hacernos creer que tenemos hambre. Únicamente son emociones activadas por recuerdos o pensamientos disfrazadas de hambre con la intención de paliar aquello que se está sintiendo. Por ello, la psicóloga Alba López recomienda preguntarse a uno mismo cuál es la razón de esa hambre repentina antes de ingerir cualquier alimento del que luego vayamos a arrepentirnos.
Y ese arrepentimiento es el último factor que puede ayudar a detectar si lo que sufres es hambre física o hambre emocional. Si después de comerlo, surge un sentimiento de culpa o vergüenza, sin duda, era hambre emocional. Pero, incluso antes de ingerir el alimento se puede comprobar, realizando la misma práctica que antes: preguntándose a uno mismo si después de comer surgirán remordimientos por haberlo hecho.
Hay muchos ejercicios que permiten corregir esta conducta alimenticia, pero la pieza clave para poder remediarlo es la autoconciencia. Por ello, el primer paso es ser conscientes de que se tiene este problema y querer cambiarlo, querer modificar ese hábito que es perjudicial para la salud y que puede acarrear problemas como el sobrepeso, la diabetes, el aumento del colesterol, o en casos más graves, el trastorno por atracón o el trastorno de bulimia nerviosa.
A ser posible, los expertos recomiendan que sea de la mano de un especialista, pues, aunque esto puede ocurrirle a cualquier persona, cada caso es individual y aislado, y nadie mejor que un profesional para detectar aquello qué se ha de modificar y cómo hacerlo.
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