La cultura de la delgadez
- comocomoblog
- 18 may 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 25 may 2020
¿Por qué es tan importante para la mujer occidental estar delgada?
A los quince años, Lucía Esteban conoció la bulimia, una enfermedad que le acompañó durante cinco años de su vida.
Ella, vomitaba entre 6 y 7 veces al día. En casa, en el colegio, en el gimnasio… y aunque su familia acabó enterándose, los vómitos no cesaron hasta que no llegó a un límite: Le empezaron a caer los dientes. Ahí es cuando vio que no había marcha atrás y que había que frenar.
Actualmente, Lucía, un nombre en clave para preservar la identidad de esta fuente, hace tres años que superó la enfermedad, y uno en el que ya se muestra totalmente recuperada.

Pero, como ella, en España, hay cuatrocientas mil personas que padecen trastornos de la conducta alimentaria (TCA), tal y como reflejan los datos de la Fundación Fita y de la Asociación Española para el estudio de estos trastornos. Esto significa uno de cada diez adolescentes españoles, una cifra que probablemente podría ascender, teniendo en cuenta que mucha gente no llega a decirlo.
Los TCA son la tercera enfermedad crónica más frecuente entre los adolescentes españoles y a su vez, la enfermedad mental con mayor mortalidad en nuestra sociedad, según da a conocer en sus estudios la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Cada día, este trastorno tiene mayor visibilidad. Sabemos que existe, sabemos cuáles son sus consecuencias y cómo se puede detectar. Sabemos que hay un factor genético que influye en la conformación de estos. Y también sabemos que la valoración negativa hacia el cuerpo es uno de los detonantes. Porque, claro, la gente sana no se valora a sí misma en virtud de su cuerpo, ¿verdad?
Entonces, ¿cómo es posible que el 70 % de las adolescentes no estén a gusto con su cuerpo?, ¿Que 6 de cada 10 mujeres crean que serían más felices si fueran delgadas? ¿Que, aproximadamente, el 60 % de la población española haya realizado una dieta o una restricción alimentaria para perder peso?
El 60 % de la población española ha realizado una dieta o una restricción alimentaria para perder peso
¿Por qué especialmente la mujer, en Occidente, tiene la necesidad imperiosa de ser delgada? Judit López, nutricionista experta en TCA, tiene la respuesta: «El mensaje de éxito y de belleza que nos transmiten en las últimas décadas a través de los medios de comunicación es el mensaje de la delgadez. Desde pequeña, a la mujer le llega ese ideal al que hay que aspirar, y adquiere bastante importancia porque no se habla de salud, sino de esto». Una cultura entorno a la delgadez que, como dice López, se ha ido asentando en España desde los años 60 hasta nuestros días.
La cultura es diferente en cada país, y en función de este, se establecen valores sociales de prácticamente todo, incluso, de lo que es bello y lo que no. El problema, explica la nutricionista y psicóloga, Mireia Hurtado, es que el ideal de belleza que marca nuestra cultura es inalcanzable para la mayoría de las personas: «Este paradigma, que reina en el día a día y que está alimentado por toda la industria, hace mucho daño porque la gente crece con mucho sufrimiento, con la sensación de que ese cuerpo no es correcto. Luchas por adelgazar, sabiendo que las dietas no funcionan y los regímenes colocan a la gente en callejones sin salida, en trastornos de la conducta alimentaria, obsesiones por el cuerpo, por la comida... Conozco mujeres con más o menos éxito que no son capaces de tener vidas plenas porque no saben salir de eso y podrían tener vidas más plenas pero por culpa del enganche a la dieta y a la mentalidad dieta no la pueden vivir ».
«La gente crece con mucho sufrimiento, con la sensación de que ese cuerpo no es el correcto»
Mireia Hurtado, nutricionista y psicóloga
La moda, la industria farmacéutica, la cirugía plástica, las dietas milagro, la cosmética…pero también los medios de comunicación, las redes sociales, las series de televisión… Todas ellas se ven envueltas en esta cultura que reina en nuestra sociedad.
¿Cuántas veces al día podemos ver la imagen de un cuerpo humano en los medios de comunicación? ¿Nos hemos cuestionado alguna vez cómo son estos cuerpos?
Probablemente, la respuesta sea “no”. Estamos relajados y no lo cuestionamos, pero a través de las series, de las revistas, de las redes sociales… estamos expuestos a un ideal de delgadez, a cuerpos que se acercan más a la irrealidad que a la realidad. Y esto, sin darnos cuenta, cala.

Como prueba de ello, el testimonio de Lucía, la protagonista de la historia que narrábamos al inicio de este reportaje: «La televisión es lo que más veía cuando era más pequeña, porque antes no tenía redes sociales. Yo veía cuerpos delgados en la televisión, en las películas... gente delgada que llegaba al éxito. También pensaba en las reinas, en las princesas, todas delgadas... Luego ya empezaron las redes sociales, y me disgustaba no poder alcanzar los típicos retos que proponían, como, por ejemplo, juntar los pies y que mis muslos no se separaran, las monedas en las clavículas, pasar la mano por detrás y tocarme el ombligo...».
Lo mismo le pasaba a Ana, otra víctima de esta enfermedad. Ella padeció anorexia nerviosa, y bajo las razones que provocaron esta enfermedad alude a las redes sociales y a los estereotipos que en ellas se promueven: «Me influencié por las imágenes que me creaba en la cabeza y que veía por las redes sociales. Era una obsesión hasta tal punto que lo que yo intentaba era adelgazar sin comer apenas nada en todo el día y haciendo un montón de ejercicio. Intentaba tener un cuerpo que en mi mente era ideal basado en los estereotipos que marca la sociedad, un cuerpo súper delgado como los que aparecen en la moda o como las influencers que hay en Instagram».
Si buscamos en Google "perder peso", aparecen de forma inmediata treinta y siete millones y medio de entradas. Pero aún hay más, y es que, existen páginas que incitan a sufrir trastornos de la conducta alimentaria, aludiendo a estos como “estilos de vida”. Las llamadas "pro-ana" y "pro-mía", que quiere decir pro-anorexia y pro-bulimia, respectivamente. En estas páginas, y entre sus propios integrantes, se dan consejos y se animan entre ellos a realizar prácticas nocivas para la salud con la intención de perder peso de forma rápida y masiva.
En 2018, la cifra de entradas "pro-ana" en Internet era de veintisiete millones, y en el caso de las "pro-mía" , cien millones de entradas.

Actualmente, un 40,8 % de la población acceden a este tipo de páginas. La edad media de la primera búsqueda se sitúa en los 15 años, siendo el 85 % de las personas que realizan estas búsquedas menores de edad. Sin embargo, según explica López, todavía no existe una persecución a nivel legal de estas, pues, aunque muchas han cerrado, aún quedan muchas en Internet y a través de
las redes sociales.
El problema que ha generado esta cultura es tan grande que los valores que han hecho enfermar a muchas personas son compartidos por la población sana. Y si no, que se lo pregunten a Paula Castillejos, ex culturista, a quien también su cabeza le hizo jugar malas pasadas durante el periodo de tiempo que compitió como chica fitness: «Muchas veces sí que pensaba "Paula, estás dejando mucho atrás, tu madre se preocupa mucho por tu delgadez, tus amigas dicen que estás loca, que pareces una muñeca, que estás demasiado delgada, que es imposible que tengas que comer pollo para almorzar...". A día de hoy, se que lo hacían por mi bien, pero en ese momento, he llegado a discutir porque mi madre me pusiese un poquito de aceite para hacerme la merluza».
Los valores que han hecho enfermar a muchas personas son compartidos por la población sana
Y es que, la cultura de la delgadez lo abarca todo. La delgadez como símbolo de independencia, de éxito social, personal y profesional, especialmente achacado a la población femenina. Pues, aunque cada vez hay más hombres afectados por esta enfermedad, el 90 % siguen siendo mujeres.
Esto no es casualidad, según explican Mireia Hurtado y la psicoanalista Isabel Menéndez, pues, bajo su opinión, existe una estrecha vinculación entre este hecho y la desigualdad de género. «La imagen corporal antes era muy importante para ser escogidas por los hombres. Por eso, hay muchos más TCA en mujeres que en hombres. A pesar de que las mujeres hemos dado un gran salto, sigue estando ahí esa necesidad de estar delgada para gustar, para sentir que formamos parte del grupo», explica Hurtado.
Por su parte, Menéndez habla de una construcción cultural imaginaria fomentada por la moda: «No hacen tallas para mujeres, hacen minitallas para muñequitas sin curvas. ¿Qué querría decir que la moda construyera un cuerpo en el que se deja sin curvas a la mujer y la convierte en un palo? Cabría preguntarse que este tipo de moda es una propuesta cultural contra la curva de la mujer, y por lo tanto, contra la identidad y la sexualidad de la mujer», argumenta, a la vez que añade que, cuanto más se constriñe a la mujer, menos a gusto se sentirá esta con su cuerpo, y por tanto menos libre será. «Una mujer constreñida es dominable. Una mujer que disfruta de la sexualidad y del cuerpo que tiene, no es dominable», concluye.
«Una mujer constreñida es dominable. Una mujer que disfruta de la sexualidad y del cuerpo que tiene, no es dominable»
Isabel Menéndez, psicoanalista
De esta forma, a través de estas industrias y a lo largo de las décadas, se ha construido en nuestro país una mentalidad colectiva que aplaude la delgadez, y que genera rechazo a todo aquel cuerpo que no entra dentro de este canon de belleza.
Al obeso se le hace responsable de su enfermedad, de igual forma que a las personas que padecen anorexia o bulimia, acusándolas de dejarse llevar por modelos de belleza absurdos, cuando es la propia sociedad quien los impone, comercializa y distribuye, manipulada por el consumo, la publicidad, los cánones y los estereotipos socioculturales.

Quizás, habría que dar una vuelta de tuerca y mirar desde otro prisma, para así observar, como menciona en un artículo la psicóloga María Laura Santellán, que la anorexia, la bulimia, y los TCA en general, son los síntomas sociales que denuncian que los valores e ideales estéticos transmitidos y asumidos son, potencialmente, patógenos.
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